¡Hola!
Mil gracias por volver a visitarme.
Hoy me pillas con esta sonrisa tan grande porque ha visto la luz el nuevo libro de una compañera y, la verdad, pocos recién nacidos han salido tan bonitos.
Es cierto que no puedo ser objetiva. Miro este libro con ojos tiernos porque sé cuánto esfuerzo, valentía y oficio tiene detrás. Lo sé de buena tinta, te lo aseguro. Tan buena como la que utiliza la pluma de Elena.
Cuando me ofreció su manuscrito, acepté sin pensar en la osadía que suponía opinar sobre una escritora de su calibre. Mi suerte fue encontrarme con un texto prácticamente impecable y con una mujer que recibía cada comentario con las orejas abiertas de par en par y las manos llenas de agradecimiento. No exagero si digo que ha sido un PLACER, en mayúsculas, haber compartido con ella ese trocito del proyecto. Pero no quedó ahí la cosa, ¡qué va! Elena fue más allá y me pidió que escribiera un prólogo para su historia. ¡Yo! Una autora novata que cuenta solo con una novelita y que, la mayor parte del tiempo, todavía no sabe qué hace en este mundillo. La propuesta me pilló en el coche, de camino a las vacaciones de Semana Santa, y solo Dios sabe que por qué mi familia me aguanta desde entonces. Menudo viaje les di. ¡Estaba eufórica! Llegamos a destino, solté las maletas, al niño y al marido y agarré el portátil.
Hoy ese puñado de palabras abren su libro y yo tengo un motivo más para sacar pecho, bien henchido, llenito de orgullo. “Llévame a la luna” es el título, pero también una promesa cumplida por parte de la escritora. Ahora, a ver cómo me las ingenio para volver a la Tierra.