Guam, donde Estados Unidos amanece

Håfa adai!

Gracias por la visita. Pasa, por favor, que te voy a contar cositas sobre el escenario principal de Viento en las manos: Guam, donde Estados Unidos amanece.

La isla de Guam, “La punta de lanza”, es la más grande y meridional de las Marianas. En pleno Pacífico occidental, ostenta el honor de despertar cada día a un país al que, en realidad, no pertenece.

¿Qué significa esto? Pues tras un arduo trabajo de documentación, he llegado a la conclusión de que significa… patatas.

Es decir, que sí pero no. Un quiero que una estrella brille por mí en la bandera, pero me conformo con tener un representante en la Cámara (aunque, no derecho a voto) o ser invitado a participar en las Elecciones Presidenciales (pero no computar en el recuento). Y la gente acude a las urnas… Eso, a fuerza, ha de ser un vestigio del característico orgullo chamorro.

Los chamorros habitaban felizmente la isla, haciendo gala de su inafa’maolek (espíritu de colaboración basado en el sentimiento de que la tierra y lo que ella produce es de todos cuantos la habitan), hasta que en 1521 Magallanes se dejó caer por allí y le chivó a los españoles que no pintaba nada mal el sitio.

La corona española le dio una pensada al viaje, unos cuarenta años de nada, y finalmente mandó a Legazpi a tomar posesión de la isla en 1565.

Los guameños no se lo tomaron mal, eran gente de buena vibra, incluso recibieron a la expedición con la habitual hospitalidad chamorra.

La cosa se torció unos años más tarde, cuando llegaron los Jesuitas para implantar un estilo de vida cristiano y… no se entendieron.

Pese a las discrepancias iniciales, hoy en día, el ochenta y cinco por ciento de los guameños se declara católico.

En 1898, annus horribilis para los intereses territoriales españoles, Guam pasó al control de Estados Unidos. Desde entonces, y tras haber combatido contra la invasión japonesa en la Segunda Guerra Mundial, los guameños solo han logrado cierta autonomía y la declaración de ciudadanos estadounidenses.

Eso sí, cuentan con las cuatro bases militares más importantes del Pacífico. También, con un régimen fiscal especial.

Vamos, que gran parte de la isla es un enorme duty free, del que se aprovechan, sobre todo, los matrimonios japoneses que la elijen como destino de sus lunas de miel.

El caso es que a mí también me parece un destino ideal para ir de vacaciones o a lo que sea. Sin embargo, jamás se me ocurriría emprender el viaje en la época de lluvias.

Guam es un paraíso, y el precio a pagar por vivir en un lugar tan ideal ha de ser, en consecuencia, muy caro.

De media, tres tormentas tropicales y un tifón visitan la isla anualmente.

Tampoco es raro que se pase por allí algún supertifón, que es como si Dios usara una batidora gigante para hacerse un smoothie chamorro.

Otra cosa que impresiona bastante y que cae muy cerquita de la isla es el Challenger Deep: una fosa abisal que se conoce como el punto más profundo de la Tierra.

He de advertirte que Liam Randall no está de acuerdo con este concepto. De hecho, es de las primeras cosas que va a contarte el prota de Viento en las manos, quien llega a la isla un poco nublado.

Y es que, en Guam, hace mucho calor. Hasta treinta grados, con una humedad capaz de encrespar el pelo a las turistas japonesas.

El turismo, patrón de la isla en lo que a economía se refiere, ha diversificado la oferta de actividades locales.

En Guam puedes hacer surf, buceo o paracaidismo, gastarte una fortuna en un casino o una boutique de lujo, adentrarte en la selva a lomos de un carabao (buey de agua) o escuchar colores después de fumar hierba mágica.

Siguiendo el ejemplo de otros Estados continentales, en Guam la marihuana es legal desde 2019.

Yo, si tuviera la suerte de ir a Guam, me pondría ciega de atole: una sopa a base de caldo de arroz y coco asado, servida generalmente con pescado o gambas.

Tampoco le haría ascos a la famosa barbacoa chamorra, a los zumos de frutas decorados con carambolas estrelladas y, por supuesto, a las nueces de macadamia con chocolate.

Como recuerdo del viaje me traería algún collar de ojo de tigre. Me gustaría poder comprar diamantes marrones, también muy típicos, pero todavía no he vendido tantos libros. Lo que sí podría permitirme es una de esas réplicas a escala de las piedras latte.

Y es que los guameños son así: muy sentimentales. Demuestran un hondo arraigo a sus raíces tradicionales y a sus símbolos.

Uno que me conmovió bastante fue el nginge’: la costumbre de besar el dedo anular derecho de la persona a la que quieres transmitir afecto y respeto.

Otro detalle que me pellizca fuerte el corazón es que la palabra “familia” sea tal cual en su idioma.

Cuando descubrí este claro préstamo lingüístico, ya estaba afectada por el virus de la ternura que campa a sus anchas por la historia y lo quise interpretar como un buen presagio.

Y es que, la familia es la piedra latte de Rita y Liam. De los que pronto te hablaré, si te apetece regresar a casa.

Hasta entonces, me despido como te he saludado al entrar: en chamorro, agradeciéndote mucho tu visita.

Si Yu’us ma’åse.

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