¡Hola!
Me alegro de volver a verte. ¿Cómo va el verano?
Bueno, espera, tal vez no tengo ganas de escuchar la respuesta. En estos días estivales, tan entrañables, todos tenemos un amigo que se empeña en dejar de serlo a base de contestar a la pregunta “¿cómo vas?” con un “aquí, en la playa”. Si es tu caso, abstente de informarme, por favor. Yo ya he vuelto, igual de blanca, menos cerca de mi peso ideal, más pobre y con un montón de baños de mar pendientes, que no podré disfrutar hasta el año que viene. Bastante tengo con lamentarme y soportar a mi amiga (hasta el momento) Peque Zurita, que está en su mar, tan feliz, y me acribilla con fotos para que me corroa la envidia. Yo quiero ser una sirena como ella, pero pertenezco al asfalto.
No sé si te lo he contado, pero, hace unos meses, ella fue mamá de un precioso bebé literario, Alma Revolucionaria, que tuve la suerte de apadrinar con una biografía y al que no pude reprimirme de escribirle una carta de bienvenida. ¿Te apetece echarle un vistazo? ¿Sí? Pues no te muevas, que te la traigo:
Bienvenida al mundo, Alma.
Perdona por el desorden; últimamente parece imposible que nos pongamos de acuerdo.
Me siento obligada a advertirte de que andamos todos muy enfadados, ofendidos, escandalizados. Nos dedicamos a observarnos con ojos censores, vigilando la paja del ajeno, ignorando la viga del nuestro. De cualquier nimiedad hacemos un drama, y del drama verdadero (hambre, dolor, miedo) nos distanciamos, porque la vida es para vivirla, pero nosotros primero.
Y ahora llegas tú, con la ilusión y la rebeldía de un recién nacido, y más de uno pensará: “¿Para qué? Aquí ya está todo escrito”. Pero no. De eso nada. Tú tienes mucho que aportar a este mundo de adultos (vacíos, heridos, contritos), tienes la visión fresca y curiosa del que mira por primera vez, tienes en tu mano la capacidad de darnos luz. No permitas que te intimidemos. Necesitamos verdades como las tuyas más de lo que nos admitimos.
Tú eres revolución, fortaleza y amor. No lo olvides. No dejes conciencia sin sacudir. Navega todo lo lejos que puedas. Y, si alguna vez te pierdes, recuerda que aquí hay un par de manos para sostenerte el mapa. SIEMPRE.
Feliz y próspera vida, Alma.
Tu tía, que te quiere:
Silvia