¡Hola!
Gracias por animarte a descubrir un poquito más sobre «Solo nosotros«, la primera parte de la bilogía «La fuerza de los elementos».
Esta historia supone para mí el origen porque es la primera que escribí y, seguramente, la culpable de que el gusanillo de las teclas haya seguido picándome.
Empecé a bocetar a Vega y a John, los protagonistas, a principios de 2014, una noche un poco tonta (o la más lúcida de mi vida, quién sabe…). Había terminado de leer un libro maravilloso, nada de lo que buscaba como sustitutivo me llenaba y pensé que, quizá, solo armada con un ordenador y mi imaginación podría hacer algo que me consolase.
Creo que es evidente que, entonces, no tenía ni idea de lo que era construir un libro (tampoco es que lo tenga muy claro ahora), pero sí sabía que quería contar un par de cosas que para mí eran importantes.
Perdona si me pongo un poco críptica, pero hacerte un spoiler es lo último que pretendo. Por eso, solo puedo avanzarte que la dedicatoria de «Solo nosotros» está relacionada con una de esas cosas.
En aquel principio de mis tiempos escritoriles, pretendí desarrollar las tramas en unas 90.000 palabras (lo que viene siendo una novela estándar). Qué ingenua…
Año y medio más tarde, escribí el punto y final después 246.971 palabras.
Sin el epílogo.
No fui capaz de escribirlo.
Le eché la culpa al romanticismo (o ñoñería, como quieras llamarlo), pero es que me daba una pena tremenda decir el adiós definitivo y, como publicar no entraba ni en mis más delirantes planes, me di el capricho de guardar el texto en la carpeta “en proceso”.
Y mira tú por donde, un buen(ísimo) día, tal y como sucede en la historia de Vega y de John, el destino intervino en mi camino. Pero eso ya te lo cuento más adelante: voy a necesitar un post entero.
Lo que llegará a tus manos el 2 de marzo, si decides darle una oportunidad a «Solo nosotros«, es el resultado de un largo proceso de aprendizaje condensado en un libro con dos almas: agua y aire.
Agua es el punto de partida, uno marcado por la individualidad y nocturnidad de Vega, la protagonista.
En esta parte de la historia, muchas de las escenas se desarrollan de noche y en espacios cerrados para acompañar el estado anímico de Vega. En cambio, en la segunda parte, aire, predominan los escenarios diurnos, abiertos y, siempre que se pudo, en altura.
Con la excusa de buscar localizaciones que tuvieran algo de especial, visité muchas, muchas terrazas madrileñas (y sus bares, ya que estaba). Incluso volví después de escribir las escenas, por si se me había pasado algo…
En la terraza del mercado de San Antón me llevé una sorpresa tremenda, pero eso también te lo cuento más adelante en otra entrada.

Para los escenarios de Ginebra y Nueva York tuve que tirar de recuerdos, imaginación y Google Maps. Eso sí, no descarto que, el día que termine de pagar la hipoteca, haga el petate y me marche a recorrerlos, por si se me ha pasado algo…

Y poco más puedo contarte sobre el origen de «Solo nosotros» sin hacerte el spoiler que tanto temo. Si acaso que, la foto que encabeza esta entrada, seis años después de aquella noche tonta de 2014, me sigue removiendo por dentro.